LA MORDAZA O EL BARBERO DE HIERRO

Instrumento de tortura que consistía en sofocar los gritos de los condenados para que no estorbaran la conversación de los verdugos. A menudo se aplicaba a los condenados a la hoguera y sobre todo durante los actos de fe, porque sino los gritos interferirían con la música sacra.

Aparte de silenciar los gemidos de dolor, la mordaza contenia un agujero el cual permitía el paso del aire, pero el verdugo lo podía tapar con la punta del dedo y provocar la asfixia.
En la actualidad; existe una gran mordaza de hierro que nos oprime quitandonos la libertad de expresarnos. Esta mordaza esta conformada por la sociedad, la iglesia, los tabús, la corrupción y demás.

Este blog lo que busca es eliminar toda la xenofobia y demás males antes mencionados, para poder compartir con personas de todo el mundo, que sean amantes de temas como música, literatura, cultura, cine, leyendas, mitos, etc.
Si eres una persona que gusta de estos temas y no estas sumido aún en lo vacío y vano de esta materialista sociedad, se bienvenido a la "Mordaza De Hierro", y abre tu mente para que no te conviertas en una marioneta más. Se capaz de romper con todos los estandares y crea tus propios criterios sin importar lo que opinen los demás.


lunes, 25 de febrero de 2008

UN MAL RECUERDO (CUENTO)


UN MAL RECUERDO

Anthony Chinchilla Abarca
30-01-2008

Él era la típica persona que solo se preocupaba por si mismo, aquellos momentos en los que vislumbraba algo de caridad y buena voluntad en sus acciones, era porque, de una u otra forma, le terminarían beneficiando de todos modos. Bueno, así fue él, así hasta aquel día. Después de aquella experiencia no fue la misma persona. Apenas puedo recordar ligeros trazos de su historia y aún hoy siento un ligero escalofrío corriendo por mi espalda, cuando me aborda el recuerdo de sus ojos perdidos intentando aferrarse inútilmente a algún aire de cordura. Pero aún así trataré de explicar su historia de la mejor manera posible.

Andrés era su nombre, y ahora luchaba por adivinar como fue que se había dejado convencer por su amigo; en que momento de locura aceptó aquella invitación; la cual durante tanto tiempo había rechazado. Se encontraba en el lugar donde nunca pensó que llegaría jamás. Era oscuro y lúgubre, el aire era húmedo y espeso, de vez en cuando se dejaban escuchar leves aullidos de fondo, similares a los llantos de un bebe que a la distancia eran mitigados por miles de ruidos lujuriosos y estridencias de una típica metrópolis.

Se volvió a contemplar el rostro de su amigo y a diferencia del suyo, denotaba una emoción incontenible, parecía que en cualquier momento gritaría dando saltos de la alegría por todo el lugar.

-Tranquilo, recuerda que es solo un juego-. Le dijo su amigo, al notar el sudor frío corriendo por su frente.

-Mira, el segundo piso es para los principiantes puedes empezar por ahí, yo voy al sótano, que ese si es para los hombres-. Poniendo una sonrisa maliciosa, debido a la indirecta que sin planear le había lanzado.

-Tranquilo yo he venido miles de veces y nada me ha sucedido, en cambio tu siempre te has quedado afuera temblando como niñita; ya era hora de que te arriesgaras-. Lo tomó de la mano y le mostró las escaleras al segundo piso, mientras él se volvió con dirección al sotana.

Mientras subía por las gradas, en su cabeza daban miles de vueltas las palabras de su amigo, a tal punto de que las asumió como sabios consejos.

-Él ha venido muchas veces y aún continua tan emocionado como el primer día, debe ser algo interesante al fin y al cabo; además no padezco de ningún mal del corazón como para que suceda una tragedia al primer intento... Si, es cierto.., que dicha que por fin me decidí a venir-.

Al ir hablando con sigo mismo no notó el estado de las gradas. Hasta que estaba a la vista el segundo piso, presto atención a este hecho que ya era definitivamente inevitable. Las paredes eran mohosas, con un papel tapiz rasgado y carcomido por los años. -Pero que raro el edificio no era tan viejo- pensó. La luz disminuía cada vez más reduciéndose al final a un par de candelas que si acaso dejaban ver donde se encontraba el próximo escalón, habían manchas de alguna sustancia extraña la cual no quiso ni siquiera intentar adivinar de que era, la idea le parecía grotesca. Incluso, talvez por la falta de luz, le pareció ver uñas incrustadas en la pared; pero la idea la descartó de inmediato llegando a la conclusión de que la poca iluminación y su imaginación le estaban jugando una treta que solo empeorarían el hecho de pensar donde estaba, y peor aún que se encontraba ahora solo.

Al llegar al segundo piso la situación no mejoró, al contrario, las manchas se hicieron mas grandes y oscuras y ya no solo estaban en la pared; sino que el cielo raso se encontraba lleno de ellas. El piso era como el de un viejo hotel; un pasillo con muchas habitaciones a los lados, instintivamente se deslizo casi que como un zombi por este y por cada puerta que pasaba prestaba suma atención para lograr percibir algún sonido que lo guiara o lo alertara. Pero nada, todo estaba sumergido en un silencio interrumpido solo por su agitada respiración y su fuerte latir del corazón. Al llegar al final del pasillo se quedo inmóvil viendo su entorno, los números sobre cada puerta, las dimensiones de cada puerta, las manchas, las candelas y después de un tiempo se atrevió a abrir la primer puerta. Rápidamente la cerró y con cara de espanto y un palpitar aún más elevado, procedió a abrir la siguiente.

Una tras otra las puertas fueron abriéndose y luego de un vistazo eran cerradas con exasperación. Miles de escenarios grotescos se encerraban detrás de cada una de aquellas habitaciones; lujuria, masoquismo, flagelaciones, torturas, canibalismo, zoofilia, necrofilia, fobias, crueles deformidades y demás traumáticos paisajes que hicieron que Andrés corriera como loco. Antes de llegar a las gradas, tropezó y calló como tres veces; pero el miedo de que algo abriera la puerta y lo hiciera fuertemente jalado al interior, lo impulsaba a levantarse y huir lo mas pronto posible de ese horripilante lugar. Bajó las gradas de la misma forma alterada en que corrió por todo el pasillo, fue una suerte que no tropezara en ningún escalón; pero la desgracia que le esperaba bajo las escaleras era aún peor.

Al llegar al primer piso se dio cuenta que no era el primero, si no que se encontraba en el segundo aún, por lo que siguió bajando, pero denuedo al llegar al fin de las gradas se daba cuenta que siempre llegaba al mismo lugar. No calló en razón hasta después de haber bajado unas seis veces las gradas y por fin notó una diferencia. Una mancha blanca a lo largo del pasillo exactamente en una esquina al final del pasillo, sin llegar a una conclusión, se acercó a la mancha, que poco a poco empezaba a tomar forma. Hasta que logró por fin definir que era una persona arrinconada contra la pared; aún por su mente no pasaba ningún tipo de pensamiento, ni siquiera se le ocurrió que podía ser algún ser de los que se encontraban en las habitaciones y de los que huyó con tanto afán. Lo único que pasó por su mente fue el hecho de que talvez, esa era una manera de poder salir de allí, hasta que se encontró muy cerca y desecho tal idea.

Era un niño como de unos diez años de edad con una camisa enorme, como cuando en su infancia jugaba de doctor con las camisas de su padre. Esta en su momento fue blanca; ahora se encontraba teñida por mugre, sangre, sudor y moho. El niño parecía temblar y sollozaba ligeramente. Andrés quedo pasmado por un momento, no podía asimilar como un niño había entrado ahí, como era posible que lo permitieran y dado el caso; como le podían hacer daño a una criatura indefensa como esta, que seres sin corazón habían cometido tal atrocidad, y por un momento cambio su temor por odio y venganza. Se le acerco al niño y le tocó el hombro, este estaba huesudo y húmedo, además los sintió ligeramente flojo, algo desmontado. Aquella sensación lo obligó de inmediato a retroceder un paso y le erizó toda la piel.

-Hey chico que te sucede, que haces aquí solo... anda dime algo. Mi nombre es Andrés... Mírame-. Pero el niño solo se enroscaba cada vez mas en su posición fetal y temblaba sollozando. Cuando al final volvió su rostro y Andrés logró distinguirlo, un frío le corrió por la espalda y se le debilitaron las piernas, casi al punto de caer desmallado.

Al entrar en razón, no supo precisar el motivo de aquel sentimiento, pero la mirada penetrante del niño con sus ojos irritados y rojos por el llanto, le crearon un desconcierto que no supo explicar. Nuevamente lo invadió esa sensación de desmayo y entre más lo miraba, más se sentía encerrado en una especie de hechizo o maldición. Pero algo no era igual en el niño, no sabe que es pero ya no parece la misma criatura de diez años que en un principio pensó, no ahora mas bien parece de quince o de diecisiete. No, más bien de veinte o veinticuatro... Pero no es posible ya no era un chico, mas bien era un adulto mayor; pero extrañamente no podía notar diferencia alguna, aquella mirada su rostro era el mismo que vio desde un principio. No se puso a darle vueltas al asunto, lo desecho como lo hizo con las uñas incrustadas en la pared.

-Fue solo mi imaginación, mi mente esta muy perturbada y me hizo ver algo que no estaba allí-.

Pero con aquella frase, murió el sentimiento de odio y venganza que le había dado fuerza y nuevamente le invadió un miedo increíble, justo en ese instante pensó en que ese anciano era uno de los tipos dentro de aquellas habitaciones y que había salido para engañarlo y lograr someterlo a alguna de las tantas atrocidades que vio; por lo que dio un paso atrás y se incorporó intentando recuperar el control de sus piernas, pero no fue suficiente, el anciano lo tenía tomado del brazo y se le acercó susurrándole algo al oído: -ven, vamos a salir de aquí-. Aquellas palabras rodaron en su cabeza, se idearon miles de preguntas ¿Quién es?; ¿que hace aquí?; ¿si conoce la salida porqué no se había ido?; ¿su rostro me es familiar?; ¿lo conozco?... De las cuales ninguna se logró formular, estaba muy impactado que cuando entró en razón ya se encontraba frente a la salida, no supo como logro llegar hasta ahí, su mente estaba muy alterada formulando preguntas y buscar respuestas lógicas, que no prestó atención.

El viejo señaló a lo lejos, bajando la cuesta en la que se encontraban, -Mira, tu esposa te espera allá, vamos apresúrate no hay mucho tiempo-. Andrés se inquieto en saber que prisa tendría aquel anciano y que diablos hacia su esposa allá afuera, pero lo que más le desconcertó era como el anciano sabia que era su esposa y como alcanzaba a verla si lo único que él alcanzaba a distinguir era la silueta de alguien.

-Disculpe, hey señor, ¿como sabe quien soy yo?... ¿Como sabe quien es mi esposa y que hacía usted ahí adentro?... ¿me estaba esperando?... ¿Por que?... ¿me escucha?-. Mientras le decía esas palabras el anciano lentamente comenzaba a alejarse de su lado y a repetir una serie de frases que no alcanzaba a oír. Estas frases se fueron intensificando a la medida de que el anciano se alejaba de él. Ya no podía ni verlo, pero si lograba escuchar claramente lo que el anciano repetía:

"vive en el presente... aprovecha cada segundo de tu vida... no lastimes a tus seres queridos... no te lastimes".

Se encontró por fin al frente de su esposa y notó una ligera voluptuosidad en su abdomen, además vestía un traje viejo que le recordó la ropa de aquel niño o anciano, ya ni siquiera recordaba su penetrante mirada. Mientras continuaba analizando a su amada, notó que por su mejilla corría una gota negra y cuando miró sus ojos descubrió que eran el resultado del maquillaje corrido por las lagrimas, su cabello se encontraba extraño, de primeras no supo explicar que era; si estaba quemado, alborotado, despeinado, el hecho era que se notaba extraño y de forma algo desagradable. Toco su mano y dicha estaba callosa y porosa, similar a la de un constructor, y de una forma disimulada la soltó y le rozó el brazo, lo que fue una experiencia mucho mas desagradable ya que se encontraba con raspones, yagas y heridas tanto viejas como recientes, lo cual lo impulsó a retirar su mano lo más rápido que pudo y se sorprendió al ver que la ligera voluptuosidad que en un principio le notó en el estomago, ahora era mucho mas pronunciada.

-Vida mía estas embarazada, pero ¿como?, ¿cuando?, ¿porque no me lo habías dicho?... respóndeme, aunque sea dime quién te ha lastimado-. Le suplicó mientras le tomaba las mejillas, las cuales descubrió tenían la misma textura y daño que los brazos, al verlas descubrió heridas recientes en las cuales se mezclaba la sangre que de ellas emanaban con las lagrimas que aún brotaban de sus tristes e inertes ojos. Ella se limito a responderle con otra pregunta.... ¿Por que? ¡¿Por que?! Que podría significar eso, la formulación de aquella pregunta trajo a él la misma sensación que anteriormente experimento al ver a los ojos aquel niño o anciano, no podía recordarlo por más reciente que haya sido, se le antojaba un recuerdo de la infancia. Que demonios me sucede, pensó. Y ahora esta pregunta que en lugar de aclarar las cosas, solo las unde mas en este fango de hechos incoherentes.

Sus pensamientos fueron interrumpidos abruptamente por un raro hecho, todo el sitio tornase carmín, similar a un atardecer de esos que te hacen suspirar por tu amor; pero no se estaba ocultando el sol, ni siquiera recordaba que saliera hoy. Esto no es normal, bueno... ¿Que de lo que me ha sucedido hoy es normal? Pensó. La única explicación que encuentro es que esto sea un sueño, por Dios debe ser un sueño; no hay otra forma de explicarlo, debo estar en mi cama con mi esposa a mi lado y teniendo una mala pesadilla producto de mi imaginación... algo que comí, si de seguro eso a de haber sido.

-Debes volver-. Estas palabras lo volvieron a la realidad (si es que así se le podía llamar), era su herida esposa que le imploraba atención. -Debes regresar o será muy tarde-.

-Muy tarde, pero ¿muy tarde para que?, por el amor de Dios no te entiendo.

-Solo vete, que no te puedes quedar más... ¡Vete! (señalándole el edificio del que salió con el anciano), debes regresar y no hay tiempo-. Continuó repitiéndole aquellas palabras, hasta que al ver que no había reacción alguna por parte de su amado, lo tomó del brazo y lo arrastró de regreso a aquel lugar.

Rápidamente todo el lugar se tornó lúgubre y las paredes parecían arder, primero internamente y luego dejaban salir las feroces llamas que las habían estado consumiendo, las calles detrás de ellos comenzaban a comportarse de igual manera que las paredes. Pronto noto que sus piernas se volvieron mucho más pesadas, y la fuerza con que su amada lo arrastraba comenzó a disminuir hasta el punto de que ella se paró en seco y le indicó que ya no podía avanzar más, que si quería regresar debía continuar solo, que ya era muy tarde para ella y si él no se apresura quedaría atrapado también. Ante tales palabras no supo que responder, se le había hecho costumbre quedarse pasmado e impotente ante cualquier situación, lo único que se le ocurrió fue intentar arrastrarla, pero sus piernas pesaban mucho más y noto que el suelo se sentía mucho mas caliente, no tardaría en prenderse en llamas igual que las paredes.

-Vamos, no te puedo dejar aquí te amo demasiado-. Le repitió mientras notaba que con cada palabra se hacía una nueva herida en el cuerpo de su amada y además vió las llamas alzarse a no más de dos calles detrás de ellos.

-¿Por qué?... ¿Por qué mientes?... ¿Por qué siempre hieres a los que supuestamente amas?... ¿Esa es la forma en que expresas tu amor?... Detente, deja de herirlos, deja de herirnos, deja de herirnos, deja de herirnos-. Aquella frase se repitió una y otra vez, taladrando cada vez mas fuerte en su cabeza, mientras que notaba que las heridas de su amada se pronunciaban y abrían aún más centrándose su mayoría en el abultado vientre. -¡¡DEJA DE HERIRNOS!!-.

Aquellas dolorosas palabras cesaron en el momento que las llamas alcanzaron a su amada y fue cuando se dio cuenta de que se había separado de ella, había logrado recuperar la fuerza de sus piernas y se había alejado de su amada al enfrentarse a tan horrible escena. Pero el edificio que supuestamente lo sacaría de ahí (a lo cual no le encontraba lógica, pues fue este el que lo metió en tal confusión desde un principió), aún se encontraba muy lejos y la velocidad en que se iba expandiendo el fuego era increíble, para variar las piernas comenzaban a antojársele pesadas nuevamente, y ahora las calles eran como lodosas, pronto quedaría sumido en ellas como en arenas movedizas. Alzo la mirada al edificio como una manera desesperada de pedir ayuda, como que si este al ver su problema se levantaría hasta su encuentro, pero si encontró una especie de ayuda, no era lo que él esperaba, e incluso parte de ella lo desconcertó, pero fue un lapso corto, tan corto que no dio tiempo de analizar la situación y lo único que quería era una especie de guía alguna señal, algo.

Aquella ayuda era nada menos que el mismo anciano que lo había sacado de ese lugar, del cual había sentido una esporádica idea similar a un deja-vu, de conocerlo con anterioridad, pero ahora si sabía de donde lo conocía y también sabía de donde conocía al niño, que al fin y al cabo, concluyó, si eran la misma persona; esa persona que veía cada día al despertar en el espejo del baño. Pero eso era un punto para analizarlo luego, por más importante que fuera, el calor que sentía en sus pies no lo dejaba concentrarse mucho, solo quería llegar hasta él.

Volvió a dirigir su mirada al edificio y quién se encontraba allí ya no era el anciano, sino que era el niño, quien le gritaba algo que no lograba llegar claramente a comprender. La desesperación lo invadió y no noto que lentamente las palabras del niño se hacían mas claras, desesperadamente intentaba dar pasos, pero entre más lo intentaba más parecía alejarse del edificio. Hasta que las palabra del niño se convirtieron en un ruido grotesco imposible de ignorar, no era la voz de un niño, más bien parecía el rugido de un león adulto que imponía su autoridad.

-La única forma de regresar es causándote una herida... Debes producirte una herida física que te conecte con las heridas emocionales que has causado a tus seres queridos-.

-Pero herirme con que, como puedo...- Se detuvo a recordar el método que de niño utilizaba para no quedarse dormido en alguna clase aburrida o en la iglesia cuando mamá y papá le regañaban si no ponía atención a la explicación del padre, "eso es lo mas importante en la misa" le decían. En aquellos momentos él se incrustaba las uñas en la misma palma de la mano, era un método sumamente efectivo y disimulado, incluso aún en la secundaría aplicaba ese método; Hubo una vez en una conferencia que tenía tanto sueño que se incrustó las uñas hasta que sangraron sus manos y no se dio cuenta de ello hasta que termino la conferencia y tuvo que saludar al expositor y lo llenó de sangre. Desde aquella mala experiencia no había tenido la necesidad de volver a utilizar dicho método, solo el recordarlo lo hacia despertar. Pero ahora se le ocurrió como la única manera de herirse sin tener que llegar a algo tan desagradable como arrancarse la piel de un mordisco, no sin duda esa era mejor.

Andrés se hundió las uñas lo mas fuerte que pudo y rápidamente comenzaron a sangrar, pero parecía que no era suficiente y procedió a aruñarse el pecho, las piernas y los brazos, pero nada tan efectivo como el sangrado en las palmas de las manos, por lo que regresa a su método de infancia. Las llamas lo han alcanzado y cae acostado en la ardiente calle, pero aún así no deja de presionar sus uñas contra las palmas de las manos.

-Amor mío despierta, ¿que te sucede?. Estas sudando y has estado susurrando frases incoherentes-. Era su amada que lo despertó en plena madrugada, aterrada por los ruidos que él había estado emitiendo.

-Pe... pero yo... tu... Oh Dios mío, todo fue solo un mal sueño, una terrible pesadilla. Te amo, perdóname, te amo mucho y perdóname por todas las cosas malas que algunas vez dije y te han herido-. No paraba de repetir aquellas palabras mientras la abrazaba con todas sus fuerzas. Aún no acababa de creer que todo aquello hubiera sido solo un sueño, por lo que varias veces le levantó el rostro para revisar que no existieran rastros de aquellas horribles heridas y le acariciaba los brazos para comprobar que el rose no se pareciera en nada al de esa pesadilla. Cuando por fin lograba asimilar que solo había sido un sueño, algo lo desconcertó abruptamente.

-Andrés, pero mira tus manos, están sangrando, te has metido las uñas mientras dormías, ha de haber sido un terrible sueño y te siento muy caliente, voy por el termómetro debes estar por encima de los 38 grados-. Pero eso no fue lo que le causo el desconcierto, sino fue el hecho de que mientras su esposa le tomaba la temperatura y le refrescaba la frente; lo miro, soltó una sonrisa a media boca y lo beso diciéndole...

-Vida mía, ahora que estas tan cariñoso te quiero contar algo, algo que por ideas mías me lo había guardado, pero no puedo más y necesito que tú lo sepas... estoy embarazada, tendremos una pequeña criaturita. ¿No te alegra? Pero necesito que me jures algo, que por nada del mundo nos vas hacer daño, nunca nos vas a dejar y nos vas a amar para siempre. Aquellas palabras trajeron a él la imagen de su esposa, con el abdomen abultado y llena de profundas heridas, suplicándole que dejara de herirlos. Por Dios habrá sido solo un sueño, lo único que me queda es un mal recuerdo, un mal recuerdo que deja mucho de que aprender, real o no, si dañas a tus seres queridos será muy tarde cuando te des cuenta de ello y todos estarán sumergidos en un terrible mundo de tormento creado por ti mismo, una especie de infierno que sin darte cuenta les has hecho sufrir solo porque te aman.

No se realmente que sucedió con Andres, hace varios años de que me narró su historia, tampoco te puedo dar veracidad de ella, pues no estuve presente cuando la vivió. Pero si te puedo asegurar de que cuando él me contó su historia, sus ojos expresaban el más sincero temor de algún día volver a vivir algo similar. Si hubiese sido solo una historia inventada, no se le habría quebrado tanto la voz cuando yo le hice notar la posibilidad de que la pesadilla volviera. Extrañamente, cuando decía aquello, vinieron a mi mente lapsos de recuerdos de aquellos momentos en que he lastimado a mis seres queridos; con criticas, desprecios y humillaciones tan solo por el hecho de que se interesaban por el prójimo y no solo pensaba egoístamente en si mismos.

FIN